El amor es divino

La fe cristiana nos enseña que el mundo es creación de Dios. Aprendemos a valorar y glorificar a Dios en las grandezas de su creación; es así como las montañas, los truenos, el arco iris, las bestias salvajes, el amanecer, la lluvia, y toda manifestación de vida y de grandeza que está presente en la naturaleza, conduce nuestro corazón a agradecer y alabar a Dios por tanta belleza. Más, no cabe duda que lo más grandioso que Dios regaló a la humanidad, es el amor. Y de esa entrañable y divina relación Dios-Amor, estaremos reflexionando en las líneas siguientes.
Este blog habla del amor, y eso significa que una cita obligatoria en ese ámbito de los sentimientos humanos, tan estudiado por la ciencia humana, es la relación de Dios con el amor.

El principio del amor es Dios mismo, y su más maravillosa realidad es que ese amor se inicia en el amor de Dios por la humanidad (y no al revés), que lleva a dar la muestra más grande de amor, como es dar su vida por la redención de los pecados de todos los hombres, sin distinción de raza, credo o ideología.

Cuando el hombre llega a entender y comprender la naturaleza del amor redentor de Jesús, es cuando inicia una relación espiritual y personal con Jesús, aceptándolo como Señor y Salvador, y reconociendo la Autoridad de Jesús en la vida personal.
Este hecho espiritual redundará en que germinarán en la persona los frutos del Espíritu Santo, como son: bondad, benignidad, amor, alegria, autocontrol, fidelidad, mansedumbre, paz y paciencia.
Y la máxima de la relación cristiana interpersonal no podía ser otra que la conocidísima frase bíblica: "ama a tu prójimo como a tí mismo", y es así, porque Dios nos amó primeramente a nosotros y siembra en nosotros esa categoría de amor. Esa es la esencia cristiana del amor, y por eso el amor es esencialmente divino, porque lo hace germinar nuestro Dios en nuestro corazón.
El amor entonces proviene de Dios. Se enriquece de una relación espiritual profunda con Dios, que hace que el sujeto ame a su cónyuge, hijos, familiares y vecinos, con el amor de Dios. Si Dios vive en cada persona, es el amor de Dios el que bendice las relaciones interpersonales, ¡y las bendice con el hermoso sentimiento del amor!.

Dios bendice el amor humano, y la expresión más alta de esa bendición es la unión matrimonial. El plan divino para la humanidad, es la reproducción humana a través de la formación de familias unidas por el vínculo del amor.

De manera que la relación: "Dios-amor-familia" forman el triángulo que explica el origen y funcionalidad de una sociedad.
La sociedad se origina de matrimonios bendecidos por Dios, como consumación del amor que lleva a la reproducción humana; y la funcionalidad de esos seres humanos se dá a través de las leyes de Dios para el hombre, de la cual la máxima y prioritaria es el amor.
Cuando hay amor cimentado en el Amor de Dios, hay respeto por la pareja, por la familia, por los compañeros de trabajo, por los vecinos, por todas las personas.
La persona (padre o madre) se sacrifica por su familia por amor, y el sacrificio por amor, tiene su máxima expresión, en el sacrificio de Jesucristo por la humanidad.
En síntesis: no se trata de un enfoque religioso, lo que sucede es que el amor es un sentimiento muy espiritual, y es la expresión del Espíritu de Dios en cada uno de nosotros.