
Era la chica más bella del bachillerato. Su blanca fisonomía y modales delicados de mujer educada, la hacía gozar de una amplia lista de pretendientes, donde podía escoger al galán con carro, con dinero, con estatura destacada, con escasos recursos, etc. Tenía para escoger. Pero, la reflexión que define a esa decisión es ésta: qué estoy escogiendo, ¿un hombre buen partido, mi futuro, o ambas cosas?. Parece tan simple; pero no lo es. Porque si la escogencia es por un "hombre buen partido", es decir, con dinero y apuesto, es probable que luego de algunos años el matrimonio se esfuma con la misma rapidez que se esfuma una fantasía. Es que una decisión tan importante, debe poner en la balanza que "se está decidiendo el futuro" de una nueva familia, donde el aspecto económico de la pareja no es tan importante, como el aspecto emocional, entiéndase, aquel cónyuge que esté dispuesto (a) a superar todos los obstáculos que se presentarán. Es una decisión tan TRASCENDENTAL, y que muchas veces es tomada tan a la ligera, trayendo como consecuencia hijos del divorcio que tendrán que aprender los sinsabores de los padres separados.


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